
Álvar Nuñez y su camino en solitario.
Poco o nada quedaba ya de la ambiciosa expedición de Pánfilo Narváez, que yacía en el mar junto a sus sueños de gloria y riquezas…
Llegados a este momento, nuestro jerezano comienza su expedición particular, esta vez en solitario.
Malherido y enfermo, queda al cuidado de unos indígenas que tenían poblado en la costa donde naufragaron los barcos. Cuando su salud fue mejorando, pronto entendió que tenía que aprender a hacer algo en la tribu para no ser esclavo de ellos.
Álvar puso sus ojos en los chamanes de la tribu, y pensó que con sus conocimientos de medicina adquiridos cuando se formó como soldado, quizás podría curar.
Y así fue como combinando sus conocimientos sanitarios con la imposición de manos y los rezos, curó a algunos de la aldea.
Rápidamente, su fama se fue extendiendo por los poblados de los alrededores, y no tardaron en llegar enfermos en busca de este nuevo curandero.

Fortalecido en su salud, Álvar decide huir hacia el interior, a los Charrucos, para dedicarse a la mercadería de conchas, cuero, pedernal, cañas… Primero comerció con los poblados más cercanos y paulatinamente, se fue retirando hacia zonas más lejanas. Así sobrevivió seis años.
Durante este tiempo buscó noticias de sus compañeros y consigue reunirse con otros tres supervivientes al sur de los Estados Unidos.
Estos eran:
- Andrés Orantes de Carranza, natural de Béjar.
- Alonso Castillo Maldonado, de Salamanca.
- Esteban, bereber y esclavo de Alonso, más conocido como «Estebanico», el primer hombre africano en las américas.
Una vez reunidos, durante diez meses elaboraron un plan para fugarse, tiempo en el cual Álvar les enseña todo lo que ha aprendido como chamán.
En el verano de 1535, los cuatro exploradores atraviesan Texas y la región de Sonora. Allí conocieron a unos indígenas que poseían casas hechas con césped y cosechaban judías y calabazas.
Pero no todas las tribus con las que se toparon eran civilizadas. En la Sierra Madre, conocieron a una que se alimentaba de corazones de venado, aldea que bautizaron como “Pueblo de corazones.”

Una de las hazañas más sorprendentes…
Al pasar por Arizona, Álvar realizó con éxito una operación a corazón abierto por herida de flecha a un indígena. Algunos afirman que fue la primera operación a corazón abierto de la que se tiene constancia en la historia.
El principio del regreso a España….
La aventura de estos cuatro intrépidos hombres tocaba su fin en 1537.
Siguiendo el recorrido planeado, dieron con un indígena provisto de talid, y el caballo que montaba estaba llevaba herraduras, señales inequívocas de que la presencia de españoles andaba cerca.
Efectivamente, adentrándose al sudoeste en Sinaloa, hallaron a Diego de Alcaraz, un español al mando de un grupo dedicado a hacer esclavos. La grata reunión entre españoles acabó en altercado cuando los hombres de Alcaraz intentaron esclavizar a los indígenas del grupo que seguía a los cuatro exploradores.
Prosiguiendo el camino, casi a mitad de año, consiguen llegar a Culiacán y de allí a Compostelas, recorrido de 300 millas.
Ya en México, fue el mismo Hernán Cortés el encargado de recibir a estos cuatro intrépidos supervivientes de la flota de la Florida.
Al poco, todos viajaron de vuelta a España desde Veracruz, a excepción de Estebanico, que decide quedarse junto a Cortés.
El viaje a España…
Nuestro jerezano pone rumbo a la Península desde la Habana en 1537, diez años después de enrolarse en la expedición de Narváez.
Y por si diez años de peripecias fuesen poco, navegando a la altura de las islas Azores, unos corsarios franceses intentaron hacerse con su barco… Álvar desembarcó ayudado y escoltado por varios navíos portugueses en Lisboa.
De regreso a España, se entrevistó en Madrid con con Gonzalo Fernández de Oviedo, para pedir explicaciones de lo acontecido durante esos 10 años.
Fue entonces cuando Álvar compone un escrito de sus hazañas para dar constancia a la Real Audiencia del Consejo de Indias, relato que luego profundizó, dando a lugar a su obra «Naufragios.»