Retomando la entrada anterior… «Y El 17 de julio de 1527, Narváez parte con la flota de la Florida desde el Puerto de Sanlúcar de Barrameda hacia Santo Domingo…»
Pues bien, ya de primeras, en el trascurso de la navegación hasta Santo Domingo, la flota encara un temporal por el que pierden 60 hombres y un navío. Esto hizo que, nada más llegar, 140 hombres decidieran no continuar la expedición… Dadas las circunstancias, la flota decide invernar en Cuba y aprovechar para abastecerse.
Meses más tarde, en abril de 1528 principian la ruta hacia la Florida.
Algo a tener en cuenta es que Pánfilo Narváez no manejaba los cálculos correctos, las distancias no eran las reales. De modo que cuando marchan de Santo Domingo, vuelven a tener una accidentada travesía. A pesar de esto, logran divisar la bahía de Tampa, sin saber muy bien donde dirigirse.
Desde los barcos advierten unas viviendas en la altura de un montículo por la actual San Petersburgo y Narváez pensó que debía tratarse de una aldea importante. Movido por el ansia, ordena el rápido desembarco.
Adentrándose por tierra…
Cuando Narváez y sus hombres llegan al poblado, son pacíficamente recibidos por los nativos. Allí levantan campamento y se aventuran a examinar los alrededores. A la caída de la noche, de vuelta, comprueban con asombro que los indígenas se habían marchado.
Al día siguiente, después de tomar posesión de las tierras para el rey Carlos V, prosiguieron la búsqueda, hallando otra aldea sin riquezas ni alimento. Es aquí donde los indígenas aconsejan a los españoles continuar hacia el norte para llegar a las tierras de los Apalaches, tierras con oro y alimento.
Regresando al campamento, Narváez organiza la marcha al estilo de Cortés, dividiendo la expedición por mar y por tierra, con la idea de reunirse en el norte.
La paciencia de los exploradores comenzaba a agotarse, entre ellos la de Álvar, pues temía que con los cálculos marítimos incorrectos y la incertidumbre que presentaba el terreno, la empresa estaba avocada al desastre.
Los 100 hombres que iniciaron la expedición por mar buscaban la próxima boca de la bahía de Tampa, sin embargo la realidad es que ésta se encontraba al sur. Mientras por tierra, Narváez junto con Álvar y los demás hombres anduvieron por 15 días a través de una espesa vegetación con fauna desconocida y ciénagas de mucha agua. Por fin, en un poblado al norte del río Vitalcoche pudieron comer maíz.
Prosiguieron por las tierras de los Timucuas, entrando en contacto con ellos, hasta llegaron a las tierras de los Apalaches ya en época estival, pero… «la tierra prometida» por los anteriores indígenas resultó ser una humilde aldea de escasas 40 chabolas mal construidas, habitadas por fieros guerreros.
Tres insufribles semanas pasaron en el territorio de los Apalaches, pero por más que buscaron ayudados de tres rehenes, nada hallaron más que la destreza de los arcos y las flechas de aquellos nativos. Sus efectivos ataques mermaron el ejército de Narváez que poco podía hacer con las pesadas ballestas y arcabuces.
A Narváez no le queda otra que desistir al finalizar la tercera expedición, a la altura de la actual Georgia, y ordena el retroceso a la costa, soportando el duro ataque de los aborígenes en las tierras pantanosas.
En la costa, cerca de la actual Tallahassee, pararon en un poblado donde pudieron alimentarse de maíz, frijoles y zapallos. Ya con provisiones, retomaron la marcha siguiendo el curso del río que bautizaron como San Marcos, hoy día «Saint Marks», hasta la llegada a la costa.
Finalmente, nuestro protagonista toma las riendas…
Las pésimas condiciones en las que llegaron, entre ellos Narváez que se encontraba gravemente herido, propició que nuestro jerezano tomase el mando. Álvar ordenó la construcción de 5 barcazas, de unos 8 a 12 metros de longitud, aprovechando las armas y armaduras, además de los recursos naturales.
Durante el tiempo que tardaron en diseñarlas se alimentaron del maíz, la pesca y finalmente sus caballos. Para honrar a sus valiosos equinos, bautizaron la bahía como «Bahía de los Caballos.»
En septiembre, listas las barcazas, los 242 hombres se repartieron en grupos de 50 y bordearon la costa rumbo oeste en busca del hoy Tampico, creyendo que no estaba muy lejos… Lo cierto es que pasaron muchos días soportando tormentas, hambre, sed y el dolor de las heridas. Finalmente un huracán los hizo naufragar dos días antes de llegar al río Mississippi.
Las naves se separaron, algunas se hundieron, como es el caso de la que pilotaba Narváez; y otras fueron arrojadas con violencia contra la costa. La barcaza en la que iba Álvar corrió mejor suerte y fue arrastrada hasta la actual Galvestone.
En noviembre de 1528, la flota de la Florida que partió inicialmente con 600 hombres quedó reducida a 80. Al llegar a la isla, coincidieron en llamarla «mal hado», porque si algo definitivamente no les acompañana era la buena fortuna.