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Torremelgarejo

Torremelgarejo. Jerez de la Frontera (Cádiz). Andalucía.

A escasos metros del jerezano circuito de velocidad Ángel Nieto, donde se reúnen anualmente un sin fin de aficionados durante el Gran Premio de Motociclismo, se encuentra la barriada rural de la que te hablo hoy.

Este pequeño pueblo, con casi 400 habitantes, guarda un gran tesoro: un castillo medieval catalogado como BIC desde 1985.

Esta propiedad privada sufrió desafortunadamente en 2018 un serio derrumbe en la torre, y desde entonces estamos contemplando como poco a poco se va desintegrando sin remedio una parte de nuestra historia.

La fortaleza medieval

La fortificación. Torremelgarejo. Jerez de la Frontera (Cádiz) Andalucía.

La fortificación comenzó su construcción en el siglo XI, cuando la fructífera campiña jerezana estaba habitada por los árabes. Tras la conquista, las obras continuaron hasta el siglo XV, pues fue necesaria la transformación de la primitiva fortaleza musulmana en castillo cristiano.

Se sabe que a finales del siglo XIV la torre era propiedad de Dña. Catalina Martínez, posiblemente formase parte de la herencia familiar de los acomodados Martínez de Cuenca.

Esta familia participó en la conquista de la ciudad de Jerez llevada a cabo por el rey Alfonso X el Sabio, por lo cual recibirían la propiedad de estas tierras por concesión Real.

Por aquél entonces, la torre formaba el núcleo principal de un amplio territorio que incluía el arroyo Salado. Del cultivo de ellas dependía el sustento familiar.

El nieto de Catalina Martínez, el jurado jerezano D. Pedro Martínez Melgarejo, heredó las tierras, formándose posteriormente el Mayorazgo de Melgarejo.

Desde la edad media, el castillo formaba parte del sistema defensivo del entorno jerezano y desempeñaba un importante papel en el control territorial del sector que incluía los llanos de Caulina y los caminos a la serranía gaditana de Arcos de la Frontera y Bornos.

Pero… ¿cómo era el castillo?

Detalle de las almenas del castillo. Torremelgarejo. Jerez de la Frontera (Cádiz). Andalucía.

Ciertamente debió ser lo bastante reseñable para que escritores e historiadores, entre ellos la famosa escritora Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero) dejase constancia de él en sus escritos.

Manuel Estévez, en su Guía Oficial de Jerez (1953) apunta:

«…su gran patio de armas y torre cuadrada que en su planta superior se transforma en octógono, coronada de almenas y en la que aún perduran restos de los primitivos matacanes, que se eleva junto a la puerta que, aun cuando reformada, conserva sobre ella el paso de ronda, flanqueado en el interior y exterior por almenas y con el escudo de los Melgarejo, a los que perteneciera, encima del arco de entrada y de los que otro existe en uno de los lados de la torre, en cuya fachada lateral derecha hasta hace unos años existió una ventana con arco de herradura».

La triste realidad…

Es que, según cuenta la asociación vecinal de la barriada, tras el importante desmoronamiento de la torre en 2018, se están incrementando los daños ya se actualmente se puede ver incluso parte del interior del castillo. Cada día que pasa sin poner remedio, los muros se desmoronan y todo el interior está caído.

Cuánto me gustaría poder llevar pequeños grupos a visitar el castillo y sus tierras… Todo esto debería poder tener solución, como ya se ha trabajado en la recuperación y restauración de fortalezas cercanas, como la de Zahara de la Sierra. Sin duda sería un atractivo y un recurso muy positivo para la población.

De leyendas

La primera… viene de la mano de nada más y nada menos que la genial Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero) en «Lucas García»:

«Este castillo fue denominado de Melgarejo, por haber sido conquistado por un caballero jerezano de este nombre. La manera como llevó á cabo esta hazaña, es tan curiosa que no resistimos al deseo de referirla, para aquellos que no estén al cabo de las hazañas parciales de que abundan los anales de Jerez.

Ocupaban este castillo, por los años de mil trescientos y tantos, ciento y cincuenta moros con sus familias. Vestían de blanco, al uso de su nación, y montaban caballos tordos. Encerrados como se hallaban, procurábanse el sustento, haciendo de noche correrías, y trayéndose todo el botín que podían recoger.

Melgarejo se propuso conquistar el fuerte castillo, que rodeaba un ancho foso, que á la sazón ha dejado de existir, y que fué la zanja que los mismos moros abrieron para servirles después de sepultura. Prometió el caballero cristiano la libertad á un esclavo que tenia si se consagraba á secundarlo en la empresa que meditaba. Convenidos amo y criado, encargó el primero al segundo, muy buen jinete, que enseñase á saltar fosos á una yegua, singularmente ligera, que poseía, ensanchando el foso gradualmente, hasta que llegase á tener la anchura del que cercaba el castillo sarraceno.

Conseguido esto, reunió Melgarejo sus parciales, los disfrazó de moros, haciéndoles cubrir sus caballos con mantas blancas, y una noche que habían salido los defensores del castillo, se dirigió con los suyos hacia él. Los que estaban esperando á los moros, vieron acercarse esta hueste sin recelo, tomándola por la que aguardaban. Cuando la cristiana estuvo cerca, reconocieron su error, y quisieron levantar el puente: mas ya el esclavo de Melgarejo, montado en su ligera yegua, había saltado el foso y cortado las cuerdas de la compuerta; por lo que no pudieron alzarla, y los jerezanos se hicieron dueños de la fortaleza.

Este fuerte castillo,-por el que ha pasado el tiempo destrozador sin dejar mas huella que la que dejaría la pisada de un pájaro,- transpone á uno con tal fuerza de ilusión á lo pasado, que se extraña no ver tremolarse en sus torres el pendón de la media luna, y se echa de menos detrás de cada almena, un blanco turbante. ¡Qué sitio tan á propósito es este para la representación de un simulacro ó de un torneo entre moros y cristianos!»

La segunda… se la conoce como «La amarga cena»:

«En los días de la conquista de Jerez, cuenta la tradición que una vez derrotados y en retirada, los musulmanes pasaron por estas tierras disfrazados de criados para no llamar la atención, y de esta guisa consiguieron infiltrarse en la morada de un señor cristiano y sus caballeros militares.

Pero aquellos humildes criados tenían sed de venganza y aprovecharon la oscuridad de la noche como escenario para su cena macabra, pasando a cuchillo a todos los presentes en el banquete.

Este hecho se conoció en el barrio como «cena amarga» o «Melgarejos», nombre que recibe la calle en la que se encuentra el castillo.»

Como ya sabes que me encanta indagar sobre la etimología, y sobre la palabra Melgarejo, he encontrado que «melgar» significa lugar alto para vigilancia, lo cual encaja con todo lo que te vengo contando en esta entrada…

Y hasta aquí la reseña de hoy. Si te gusta, comparte y si te apetece organizar tu visita, déjame tus ideas y estaré encantada de atenderte. GRACIAS.

Carolina

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