Sin duda ya has hecho lo más difícil: reconocer que necesitas un cambio. Si no, sería imposible que estuvieras sosteniendo este libro entre tus manos. Debido a la crisis sistémica en la que nos encontramos, el autoconocimiento y el desarrollo espiritual están poniéndose de moda. Cabe señalar que este viaje hacia el interior puede realizarse de dos formas distintas: como un turista más -que es como lo hace la gran mayoría- o como un verdadero viajero.
Las diferencias son muy claras: los turistas tienen miedo y son algo perezosos. Por eso buscan confort y seguridad. Los viajeros, por su parte, son valientes y cuentan con iniciativa. De ahí que quieran aventura y libertad. Los turistas hacen turismo. Les gusta seguir un tour preestablecido. Siguen una agenda cerrada, totalmente planificada. Saben en todo momento qué lugares van a visitar. Y no se alejan demasiado del guía.
Los viajeros, en cambio, crean su propia ruta y siguen en su propia senda. Para ello, cuentan con un mapa y una brújula propios. Al improvisar y fluir sobre la marcha, en demasiadas ocasiones terminan perdiéndose por sitios que ni siquiera sabían que existían, lo cual hace que su viaje sea mucho más auténtico y excitante. Esta es la razón por la que los turistas nunca saben dónde han estado, mientras que los viajeros nunca saben dónde están yendo. La gran diferencia es que los turistas vuelven a casa igual que como se fueron, mientras los viajeros regresan transformados.
Exactamente lo mismo sucede con el viaje del autoconocimiento. Los turistas espirituales lo quieren todo fácil y masticado. Se quedan anclados en la teoría. Nunca salen de su zona de comodidad intelectual. Principalmente porque no están dispuestos a cuestionar sus creencias, desidentificarse del ego ni sentir el dolor reprimido que anida en su interior. En otras palabras, no quieren entrar en el barro, pues no le gusta ensuciarse ni mancharse las manos. Pueden que miren hacia dentro, pero apenas se quedan en la superficie.
Los viajeros espirituales, por otro lado, están motivados con adentrarse hasta el fondo de la madriguera. Agradecen el apoyo de un guía, pero no temen tener que hacerlo solos. Están comprometidos con meterse en el fango para empezar a poner luz en sus sombras más oscuras. Y abiertos a confrontar su ignorancia, removiendo pilares muy profundos de su psique. En caso de aparecer dolor, lo acogen y lo abrazan con cariño, pues saben que forma parte de su proceso de sanación y transformación. Y tú, ¿cómo estás viajando hacia el interior? ¿como turista o como viajero?
Extracto del libro «Las Casualidades no existen» de Borja Vilaseca.
Me ha parecido interesante compartir aquí en mi blog este trocito del libro porque cuando lo leí, sus palabras me hicieron parar la lectura para poder saborear lo que decían los párrafos.
Me encaja la definición que se da sobre turista y viajero, es algo que estoy acostumbrada a ver en el día a día en mis visitas. Hay personas que se sienten más seguros si, al comienzo, revisan cada paso que vamos a dar para cumplir los horarios e itinerarios preestablecidos. Sin embargo hay otras que van más cómodos si exponen lo que esperan de la visita con el fin de que, con mi experiencia, puedan sacar lo mejor del ratito que compartimos. Y por último, también hay quien se deja guiar ciegamente y se entregan a vivir sin cortapisas el rato de la visita.
De estos tres tipos, el primero suele ser la tónica habitual, seguido del segundo, siendo muy raro aquél que se pone ciegamente en mis manos y se entrega como un niño a la vivencia de descubrir nuevos lugares, costumbres, monumentos, historias y curiosidades… Ciertamente, los dos primeros suelen ser fuente de frustraciones y desencantamiento, ya que rara vez se cumple lo estipulado a rajatabla y sus expectativas no suelen coincidir al cien por cien con lo que luego acaba por ocurrir. Por el contrario, el tercer tipo fluye con la experiencia, nada juzga y vive todo lo que acontece abiertamente, sin quejas ni enfados.
Hay tantas maneras de viajar y vivir la experiencia como personas hay en este planeta, y está bien, cada uno es como es y tiene derecho a vivir su vida como considere necesario, pues nadie nos puede conocer mejor que nos conocemos nosotros a nosotros mismos.
En lo que a mí respecta, he de decir que suelo ser muy espontánea en lo que a los viajes se refiere, pues me divierte mucho preparar lo mínimo con antelación y dejar que el momento a momento me sorprenda. En mi maleta hay pocas expectativas, muchas ganas de explorar y aprender cosas nuevas, y una buena dosis de dejarme llevar donde la vida quiera…
En cuanto al otro viaje, el que va hacia el interior, al autoconocimiento, es un viaje que el ser humano ha estado y estará llamado a recorrer en algún momento a lo largo de nuestra vida. Normalmente la invitación llega de la mano del pensamiento ¿quién soy? o ¿para qué estoy aquí?, que puede surgir espontáneamente o en medio de un terremoto que sacude nuestra vida hasta lo más profundo de nuestro ser…
Ya sea en el viaje para recorrer mundo, o el que conduce al interior de cada uno, no está de más pararse para observar si vamos por el sendero que nos marca la brújula o queremos seguir aquél que nos susurra nuestro sentir interno.